Lázaro Pardo de Lago (Cuzco, Virreinato de Perú, Activo entre 1630 - 1660)
“Asunción de María en cuerpo y alma al cielo "
Óleo sobre mármol.
43,5 x 31 cm.
Nuestra pintura, una verdadera rareza y una joya, se debe sin lugar a duda, en nuestra opinión, a la mano del Maestro Pardo de Lago. Es comparable con la Exaltación de la Cruz de Lázaro Pardo que se conserva en el Museo Pedro de Osma en Cuzco, Perú. Así mismo el rostro de la Virgen y sus manos de delicados rasgos, se pueden comparar con la pintura de la Inmaculada Concepción que se conserva en el mismo museo.
Es también muy interesante indicar que en la Iglesia de San Cristóbal de Cuzco se conserva una pintura firmada de Lázaro Pardo de La asunción de la Virgen que podemos relacionar con nuestra pintura.
Por último, señalar las semejanzas con una obra anterior del maestro que subastamos con el lote 39 en nuestra subasta de fecha 5/10/2023. Encontramos características comunes como son el modelo de la Virgen, la paleta del pintor, los resplandores en oro y el coro de angelitos entre nubes.
Exquisita y rara obra por el soporte escogido para ser pintada, mármol, con la Asunción de María al cielo.
Se trata de una de las fiestas marianas más importantes y que la Iglesia celebra el 15 de agosto. Teológicamente pertenece a uno de los dogmas o verdades de fe definidos por la Iglesia, junto a la Maternidad divina de María, es decir, que es la Madre de Dios y que fue concebida sin pecado original y que fue siempre virgen. El Magisterio solemne nos entregó esta verdad enseñada y definida por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 en la Constitución “Manifientissimus Deus”, en la “que la Inmaculada Madre de Dios siempre virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.
Este pintor, escultor y dorador de la escuela cuzqueña buscaba la eternidad de la pieza al usar este soporte, su inmortalidad. Un trazo sobre mármol que permite su durabilidad y resistencia, y esa estabilidad de la piedra estimuló a los artistas a usarlas, pues deseaban obras eternas que perduraran. El trazo del pintor cuzqueño sobre esta peculiar creación es magistralmente fino y delicado, esculpiendo rostros y vestidos, nubes y volutas del sepulcro, expresiones en éxtasis o dolientes, que paralizan y enmudecen al espectador.
Nuestra obra es boceto o copia del mismo tema pintado en 1632 para la Parroquia de San Cristóbal de Cuzco, que tomó de una estampa de una obra de Rubens, sobre la base de una obra homónima grabada por Cornellis Galle, según diseño original de Rubens.
La perfección como dorador se aprecia en la ráfaga que circunda a la Virgen, de la que se velan los puttis que la acompañan y veneran en su tránsito.
Ángeles que rodean y entronizan sobre nubes a la Virgen, 11 apóstoles a sus pies y un personaje que no podía faltar, San José. Y aunque éste ya estaba muerto, el artista utiliza la tradición de la Iglesia ortodoxa oriental de línea bizantina en la que su esposo estuvo presente al ser enterrada para despedirse de su mujer.
Destacan los rostros en éxtasis que miran al cielo, buscando la bendición de la Madre de Dios que asciende. Y otros dos, llenos de dolor, que clavan su mirada en el vacío de la tumba, en la ausencia del espacio dejado: la mirada del esposo José que reza afligido sobre la tumba, y la de Juan, “el hijo que hoy se siente ya huérfano de madre”.
Respecto al autor, tal y como citan en la Real Academia de la Historia, en la nota biográfica de Lázaro Pardo redactada por Luis Eduardo Wuffarden: "Pintor, dorador y escultor criollo o mestizo, que figura entre los primeros maestros de importancia que trabajaron en la antigua capital incaica. Su producción estuvo ligada sobre todo a la Orden franciscana y su estilo más personal parece hacerse eco del primer naturalismo hispánico, entremezclando la observación de la realidad inmediata con una refinada estilización formal. Ya en 1630 Pardo realizó, por encargo de la recolección franciscana de Cuzco, dos grandes lienzos de los mártires franciscanos del Japón, que pueden considerarse sus obras maestras. Ambas escenas revelan a un pintor de calidad excepcional a juzgar por el minucioso preciosismo de su factura, el colorido diáfano y las cabezas fuertemente caracterizadas de algunos mártires. Apelando a un ingenioso recurso expresivo localista, Pardo ha representado a los frailes asiáticos con características similares a los mestizos o indios hispanizados de su tiempo.
Por otra parte, Lázaro Pardo fue uno de los primeros artistas cuzqueños que se valieron de las estampas de Pedro Pablo Rubens y su escuela como punto de partida para realizar sus composiciones. Un ejemplo de ello es la Asunción de la Virgen, ejecutada en 1632 por encargo de la parroquia de San Cristóbal, sobre la base de una obra homónima grabada por Cornellis Galle, según diseño original de Rubens.
Su obrador debió de ser uno de los más grandes de su tiempo en el Cuzco. Entre los numerosos aprendices que adquirieron el oficio o trabajaron allí cabe mencionar a sus propios hijos Juan, Lorenzo y Salvador Pardo Lago Osorio, quienes se mantuvieron activos en la década de 1670.
Su obra se conserva en la Iglesia de San Cristóbal y en la Recoleta, ambas en Cuzco y en la Recoleta franciscana de Arequipa, entre otras.
Bibliografía de referencia:
- Real Academia de la Historia. (s.f.). "Lázaro Pardo Lago". https://dbe.rah.es/biografias/70955/lazaro-pardo-lago