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LOTE 46

Atribuido a Isabel de Santiago (Real Audiencia de Quito​​​​​​​, circa 1660/1670 - 1714)

Estimación
9.000 € / 15.000 €

Atribuido a Isabel de Santiago (Real Audiencia de Quito, circa 1660/1670 - 1714)

“Alegoría del Buen Pastor”

Óleo sobre tela.

95 x 70 cm.

Preciosa obra cuzqueña, con toda la riqueza cromática y detalle de esta escuela, que representa la imagen del Buen Pastor, imagen empleada ya en los primeros tiempos del cristianismo, cargada de simbolismo, que representa aspectos de la nueva doctrina que no todos recibieron bien, el amor incondicional, el perdón, el dar la vida por los otros, la mansedumbre y humildad…, a través de las cuales iban educando en el cristianismo.

De carácter profundamente catequético, este cuadro muestra en imagen y palabra “verdades que debían ser difundidas” con ternura y cercanía, como es la imagen de un pastor que busca la oveja perdida y la devuelve al rebaño tras cargarla sobre sus hombros, una clara alusión al pasaje bíblico de Juan 10; 11-16: “yo soy el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas”.

 

La figura del Buen Pastor en general se inspiró en la iconografía cristiana antigua. Ejemplos claros son la figura aparecida en la Catacumba de Priscila (siglo III), un joven vestido a la usanza de los pastores griegos que porta una oveja a sus hombros, y otras dos a sus pies que lo contemplan.

Esta imagen se remonta al Crióforo, presente ya en el arte mesopotámico, un barbado llevando una oveja en su pecho; o al Hermes-Crióforo (ca. 325 d C) con otra oveja a su espalda; o el Moscóforo, del arte griego, el joven que llevaba en sus hombros los animales a los sacrificios.

El Señor como Buen Pastor aparece en este lienzo de pie y cuerpo entero, con túnica roja labrada, con capa de pastor, portando un cordero manso y embelesado a sus hombros, mostrando su pecho abierto con el simbolismo del “corazón que da la vida incondicionalmente por sus ovejas”, que se da con los atributos de su Pasión, “me entrego y doy la vida” sufriendo y amando.

A sus pies el simbolismo del Pelícano, envuelto en la corona de espinas, que perfora su pecho con su pico para alimentar a sus crías con su sangre, un claro símbolo de Cristo sacrificándose por la humanidad y de la Eucaristía.

 

Frases sueltas alusivas a esta iconografía, repartidas como jaculatorias de una oración, pero que por las pérdidas pictóricas hacen imposible su total interpretación, pero que dan sentido:” O Cielo santo, cuando pensamos ……”; “por mi Jesús de mi…”; “abre tus brazos …, tus dulces…”; “O Amor sin comparación, Dulce Bien…”; “úneme a tu corazón…”; “Pelícano que amoroso…a tus queridos…”.

De esa corona de espinas con los pelícanos dentro nace un rosal cargado de rosas rojas, que simbolizan el dolor de la Pasión de Cristo y el martirio en general, rosas rojas que son símbolo de amor con un mensaje claro velado: “Te Amo”.  Esa sangre de Jesús derramada en la cruz, también se ha convertido en símbolo de amor terrenal.

Finalmente, en ese rosal aparecen dos tórtolas en pareja, como símbolo universal de amor, fidelidad, esperanza, de matrimonio o unión, paz, serenidad y protección. Todo dicho.

 

Una obra de exquisito gusto por el arte reflejado en cada pincelada, pues Isabel de Santiago es hija del famoso pintor Miguel de Santiago, de quien heredaría sus dotes y cualidades para el arte, además de ser una de las poquísimas mujeres que lograron reconocimiento en la época de desarrollo del arte virreinal hispanoamericano. La autora se sintió atraída por la pintura desde muy pequeña, pasión que compartía también con su segundo esposo. Comenzó a formarse y trabajar en el taller de su padre desde la adolescencia. Posteriormente se convertiría en su dueña y  trabajaría allí junto a su esposo. Enviudó a inicios de la década de 1700 y en 1706 continuó pintando hasta el día de su muerte, acaecida en Quito en 1714, siendo enterrada en el Convento de la Merced, cercano a su casa. En este convento es donde se encuentra su obra más conocida, el retrato póstumo que le hizo a Sor Juana de Jesús, monja Clarisa, a la que se le atribuyen comportamientos de santa. 

Este episodio, relatado por el biógrafo Francisco Javier Antonio de Santa María, refuerza el talento singular de Isabel. Tras la muerte de la monja, su esposo Antonio Egas, incapaz de realizar el retrato, delegó la tarea a Isabel, quien logró capturar la esencia de Sor Juana basándose únicamente en su memoria. Este hecho evidencia, no solo la habilidad técnica de la pintora, sino también su capacidad de empatía y comprensión espiritual, cualidades que también se reflejan en nuestra Tota Pulchra, donde la figura de la Virgen exhala una serenidad y majestad inigualables. 

En esta obra que describimos vemos su marca personal, su belleza floral, la luminosidad impresa en cada pincelada y la presencia de pequeños y minúsculos detalles, casi de lupa, siempre presentes en todos sus trabajos. 

Nuestra pintura nos recuerda mucho a tres de sus trabajos, por su especial sensibilidad para abordar los motivos decorativos y el tratamiento de las flores. Nos referimos en primer lugar a “La Virgen de las Rosas”, que pintó para el convento de Santo Domingo, y “La Virgen de las Flores”, que se encuentra en el Museo de Arte Colonial de Quito y en segundo lugar al Arcángel San Gabriel, en el que las flores y la decoración dorada subrayan como en nuestra obra la majestuosidad celestial del personaje. El nuestro es un lienzo digno también de cualquier otro museo. 

El uso del oro de Isabel de Santiago, aplicado en grandes superficies y en detalles minuciosos, confiere a sus obras un brillo inusual incluso dentro del contexto de la escuela quiteña, donde el oro era común pero rara vez utilizado con tanta delicadeza y abundancia.

Su vida, marcada por la humildad y la devoción, refleja la lucha silenciosa pero constante de las mujeres artistas de su época, que lograron trascender las barreras de género y dejar un legado duradero. En Tota Pulchra, Isabel no solo representa a la Virgen como Reina del Cielo, sino que también se revela a sí misma como una artista visionaria, capaz de plasmar una visión profundamente espiritual del arte.

 

Bibliografía de referencia:

- Martín Martín, Inmaculada. (2010). “El pintor quiteño Miguel de Santiago (1633-1706)”: Universidad de Sevilla.

- Martín Martín, Inmaculada. (2007). “Leyendas de un artista. A propósito del pintor quiteño Miguel de Santiago”. Publicado en: “De Arte” N.º 6.

“Isabel de Santiago: una pintora quiteña del siglo XVII” Inmaculada Martín Martín.Publicado en: “De Arte” N.º 7, 2008.

- Escudero-Albornoz, Ximena y Escudero de Teránz, Ximena. (1992). “América y España en la escultura colonial quiteña: historia de un sincretismo”. Ediciones del Banco de los Andes.

- Borchart de Morenoz, Christiana Renate. (1998). “La Audiencia de Quito: aspectos económicos y sociales (siglos XVI-XVIII)”. Editorial Abya Yala.