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LOTE 37

Escuela Novohispana. Siglo XVIII. Atribuible a José de Páez o Miguel de Cabrera.

Estimación
7.500 € / 9.000 €

Escuela Novohispana. Siglo XVIII. Atribuible a José de Páez o Miguel de Cabrera.

”La Santísima Trinidad”

Óleo sobre cobre.

En su maravilloso marco de época, con alma de madera recubierto de carey y plata incrustada.

16 x 23,5 cm.

Medidas con marco: 33,5 x 33 cm. 

 

Espectacular obra cuyo marco de artesanía lo encumbra a pieza de coleccionista. El tema representado es el de la Santísima Trinidad enriquecida con ese maravilloso marco en madera, forrado de concha de carey, y cubierto de florestas, roleos, conchas, pétalos, botones, hojarasca y tallos que lo circundan todo creando un jardín sin fin de barroquismo que justifica la importancia teológica de la verdad pintada y la complejidad del dogma.

Anónimo, con trazos y recuerdos de rostros de Miguel Cabrera o la ternura de José de Paéz, como si los copiara, pero con una mano de artista también muy mexicana. Parecida a muchas otras composiciones de época, con leves variantes en movimientos y colores, propias del gusto personal del artista. 

En 1715, el Papa Benedicto XIV prohibió la representación de la Santísima Trinidad, porque negaba la esencia inmaterial del Espíritu Santo. Aunque este autor supo, como muchos otros, resolver la complejidad del dogma usando la misma anatomía facial con distinción de los colores y de las referencias simbólicas de sus pechos.

Al centro se encuentra Dios Padre, en túnica blanca-grisácea, símbolo de la revelación, con el sol en el pecho, la luz manifiesta de Dios, y un cetro dorado sobre el orbe que descansa en su rodilla, como símbolo de su poder; Jesucristo, a la izquierda, envuelto en túnica azul, color que revela su identidad divina: los estigmas en sus manos y pies, así como el Cordero Místico en su pecho, que recuerda su sacrificio salvífico; el rojo y rosa de la vestidura a la derecha, para el Espíritu Santo, pues representa Pentecostés y la llama de amor viva, con la paloma en el pecho.

Las tres personas sobre un mar de nubes y peanas de querubines, y rafagueados de resplandores, que indican, al mismo tiempo, su naturaleza divina.

En este cobre destaca la luminosidad de los colores, el movimiento de las telas, y la dulzura de sus rostros.

Su marco es digno de mención. Alma de madera enchapada de concha de carey, con incrustaciones de plata esgrafiadas y talladas de flores que hacen recordar a las flores indoportuguesas y a las del arte mogol talladas en marfil en India y Gujarat.  Un marco apaisado coronado con copete superior y tres rosetones, hablando también de las Tres Personas, que lo remata de una forma singular, aportándole gracia, movimiento y mayor importancia. Una pieza excepcional que refleja la riqueza artística y la destreza artesanal del período colonial. 

Su intrincado trabajo y la combinación de materiales preciosos como la plata y el carey destacan su valor tanto estético como histórico, convirtiéndolo en una gran pieza de interés para coleccionistas de arte colonial y antigüedades de alto valor cultural por su singularidad y exquisita fabricación. Sin duda, una pieza de un alto valor histórico y artístico.