Escuela virreinal. Cuzco. Perú. Siglo XVIII.
"Nuestra Señora del Carmen entregando su escapulario a San Agustín de Hipona y a Santo Tomás de Aquino"
Óleo sobre tela.
128,5 x 104 cm.
Maravilloso lienzo de Nuestra Señora del Carmen, patrona de América, entregando su escapulario a los patronos de dos de las grandes órdenes que fueron a predicar al continente: San Agustín, a la izquierda, y Santo Tomás de Aquino a la derecha, ambos doctores de la Iglesia.
Esta pintura de pincel peruano representa a la Virgen del Carmelo con extrema delicadeza, como Reina coronada, creando en un espacio limitado figuras de notable belleza, una belleza entendida bajo los supuestos ideológicos de la devoción propia de la época. Una creación refinada, de riqueza cromática bien dispuesta, en una composición triangular, con un buen trabajo de composición y distribución de dos angelotes en el cielo, sutiles y expresivos.
Coronada como Reina, y sin su Hijo en brazos, entrega a San Agustín su escapulario, símbolo de ese yugo que Jesús invita a cargar, pero que María ayuda a llevar, y un signo de identidad cristiana. El santo sostiene un libro sobre el que descansa la maqueta de una Iglesia, objetos que hacen referencia a la vida de San Agustín, como escritor y filósofo, y columna y defensor de la Iglesia a la que consideraba santa en su doctrina y su sacramentos, y cuerpo de Cristo en obras y virtudes de sus miembros. Vemos, del otro lado, a Santo Tomás de Aquino, con la pluma en su mano, símbolo de su trabajo como profesor, filósofo y teólogo, escritor de la Suma Teológica, la Suma contra Gentiles y el gran introductor de la filosofía aristotélica.
No olvidemos que la Virgen del Carmen es una de las devociones marianas más importantes de América, como madre, mediadora, símbolo de defensa contra invasiones y patrona del proceso emancipador.
El autor es detallista extremo en sus pinceladas, pinta a la Virgen con mirada empática y serena, levemente caída, intentando dar cercanía a la madre de Dios que posa sus ojos sobre los patronos que se arrodillan a sus pies; los santos la contemplan humildemente.
En pocas palabras, un cuadro lleno de detalles en sus figuras, atributos y vestimentas, psicología en sus rostros, que resultaban más atrayentes para la feligresía. Y rematado con un marco tallado y dorado de época que cierra muy bien y en paralelo a los galones del hábito de la Virgen.