Antonio Vilca (Cuzco, Virreinato del Perú, activo entre 1778 - 1803)
"La Santísima Trinidad, Nuestra Señora de la Merced y otros santos”
Óleo sobre tela. Reentelado.
30 x 20 cm.
Obra de pequeño formato, muy rica en color, en composición, en estilismo de figuras y en significado iconográfico. Pintura de fino y detallista trazo que, a la vista de lo que detallaremos en esta ficha, atribuimos a Antonio Vilca, destacado discípulo de Marcos Zapata, quizás el artista más importante junto con Cipriano de Toledo.
Obra llena de gracia y sensibilidad, que condensa la devoción de un religioso mercedario, bien de un esclavo redimido, o de un devoto de esta imagen.
En la cartela inferior, a modo de faldón bajo, leemos: “LA S. Sma. TRINIDAD. Nuestra Señora de las Mercedes, Sn. Joachin y Sª Anna. Sn. Sn. Joseph y Sn. Pedro Apóstol”.
La escena se distribuye en tres planos diferenciados: el cielo, donde permanecen las Divinas Personas y donde habita la Santísima Trinidad; el plano medio, lleno con la presencia de la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, con el Hijo en sus brazos y el escapulario, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Merced; y el plano bajo, terrenal, con dos santos que representan la ternura de los abuelos Santos Joaquín y Ana.
Destaca ver a Nuestra Señora de la Merced pisando un orbe o huevo, donde dentro reside la semilla del mal, la del pecado original simbolizado por la presencia de Adán y Eva en el Edén. La Merced representa la liberación de los cautivos, metafóricamente aquí “pisa el cautiverio y esclavitud que nos produce estar atados al pecado desde nuestro nacimiento”. Lo pisa y lo vence, por su modo de permanecer erguida sobre él, firme como “Torre de David”, misericordiosa como “Auxiliadora de los cristianos”.
Con Ella, a derecha e izquierda y en el plano de los Santos desde el cielo nos asisten y amparan San José, el hombre justo, y San Pedro, que nos abrirá las puertas del Paraíso. Abajo Santos Joaquín y Ana, mirando a la Virgen, interceden y piden por nosotros, con la ternura propia de los abuelos que rezan y cuidan de sus nietos.
Destaca en el lienzo la rocalla exterior que lo circunda y enmarca, donde son predominantes los tonos azul, rojo y blanco, colores que, desde el siglo XVI, se utilizaban en la pintura y también en la literatura para hablar del cielo: a Jesús se le escribía en rojo y a María se le escribía en azul.
Antonio Vilca es uno de los pocos pintores del Cuzco que claramente muestran una tendencia y gusto por la ornamentación Rococó.
El uso de las rocallas en Cuzco no halló la aceptación que tuvo en Quito, donde los pintores introdujeron este tipo de composición en sus pinturas con plena libertad. Esta particularidad compositiva, su calidad y la paleta de colores convierten a este lienzo en una pequeña joya pictórica.
Son comparables a nuestra pintura, entre otras obras de Vilca, “Madre de la gracia divina. Madre purísima”, “Vaso espiritual. Vaso honorable" y “Causa de nuestra alegría”, todas ellas de la serie "La letanía de Loreto" que se conserva en la Iglesia de Surite en Cuzco.
Asimismo se puede ver la relación con “La Virgen del Rosario de Lima con los misterios del Rosario”, que forma parte de la colección del Banco de Crédito de Perú.
La imagen de la Virgen de la Merced viste totalmente de blanco; sobre su larga túnica lleva un escapulario en el que está impreso, a la altura del pecho, el escudo de la orden. Un manto blanco cubre sus hombros y su larga cabellera aparece velada por una fina mantilla de encajes. De pie, sostiene al Niño con su brazo izquierdo. Esta es la apariencia de la hermosa imagen que se venera en la Basílica de la Merced, en la capital limeña, que fue entronizada a comienzos del siglo XVII y que ha sido considerada como patrona de la capital.
La Virgen de la Merced fue proclamada "Patrona de los Campos del Perú" en 1730 y "Patrona de las Armas de la República" en 1823.
Al cumplirse el primer centenario de la independencia de la nación, la imagen fue solemnemente coronada y recibió el título de "Gran Mariscala del Perú" el día 24 de septiembre de 1921, siendo dicha fecha declarada fiesta nacional desde ese momento, ocasión en que cada año el ejército le rinde honores a su alta jerarquía militar de "Mariscala".
En 1970 el cabildo de Lima le otorgó las "Llaves de la ciudad" y en 1971 el presidente de la República le impuso la Gran Cruz Peruana al Mérito Naval, gestos que demuestran el cariño y la devoción del Perú a esta advocación considerada por muchos como su Patrona Nacional.
Bibliografía de referencia:
- Obras coloniales restauradas. La Paz, Cochabamba, Sucre, Potosí. La Paz: Fundación Cultural Banco Central de Bolivia. 2001.