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LOTE 40

Juan Pedro López (Virreinato de Nueva Granada, actual Venezuela, 1724 - 1787)

Estimación
40.000 € / 60.000 €

Juan Pedro López (Virreinato de Nueva Granada, actual Venezuela, 1724 - 1787)

“Pentecostés” y “El nacimiento de San Juan Bautista”.

Pareja de óleos sobre tela.

95,5 x 62,5 cm cada uno.

 

Magnífica pareja de óleos ovalados con dos escenas totalmente distintas de carácter religioso: “Pentecostés” y “El Nacimiento de San Juan Bautista”.
Estas dos obras, atribuibles con total seguridad al pintor colonial venezolano Juan Pedro López (1724-1787), destacan por su composición detallada, iconografía religiosa y la notable calidad técnica que caracteriza a las producciones de este taller de Caracas.
El maestro Juan Pedro López fue uno de los pocos artistas en todo Latinoamérica que hacía sus propios marcos. Nuestras pinturas son ejemplos representativos del talento de Juan Pedro López, tanto en la pintura como en la creación de marcos.
López es reconocido por su estilo barroco, caracterizado por un equilibrio entre la dramatización y el detalle minucioso. Ambas obras demuestran su habilidad para manejar el claroscuro, creando profundidad y dirigiendo la mirada del espectador hacia los elementos centrales de la composición. Las líneas diagonales y curvas suaves, comunes en la tradición barroca, aportan dinamismo y movimiento a las escenas. Un aspecto clave que respalda la atribución de estas obras a Juan Pedro López es la presencia de sus marcos originales, creados en el mismo taller que las pinturas. Los marcos, elaborados en madera tallada y decorados con motivos barrocos dorados en pan de oro, son un complemento integral de las obras.
Este enfoque integral, en el que pintura y marco se conciben como una unidad, refleja la práctica de los talleres coloniales del siglo XVIII, especialmente aquellos de mayor prestigio como el de López
En el primer cuadro se representa “Pentecostés”, claramente, donde se conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en torno a María. 
Esta celebración tiene lugar 50 días después de la Pascua, dando término de esta forma al tiempo Pascual. 
En la mañana de Pentecostés, estando en oración los apóstoles junto a María, la madre de Jesús, el Espíritu Santo descendió sobre ellos. 
Este acontecimiento marca el nacimiento de la Iglesia y con ella la propagación de la fe en Jesucristo (Hch. 2. 1-5).
Aparecen los apóstoles, formando un grupo majestuoso de severos ropajes, todos alrededor de la Virgen, sentada. Y en actitud de oración. 
Aquí aparecen sentados, orando (actitud reflejada en sus manos juntas y en sus rostros extasiados que la miran a Ella o al Espíritu que desciende sobre ellos).  Rostros serenos “que escuchan con atención y devoción”.
Para completar la representación del Pentecostés, faltarían “las lenguas como llamaradas posadas sobre ellos”, pero en nuestra opinión puede ser “la instantánea del primer momento” cuando “irrumpe con estrépito la Paloma”.
Podemos contar en la escena 12 apóstoles. Hay que recordar que, según las creencias cristianas, después del suicidio de Judas Iscariote, los 11 apóstoles restantes, se reunieron y eligieron a Matías para completar nuevamente el número de 12 enviados a las 12 tribus de Israel. 
Las figuras se marcan en una arquitectura típicamente renacentista.
La segunda escena, como indica su título, representa el nacimiento del Precursor.
En el centro se encuentran tres mujeres aseando al recién nacido.  Detrás de ellas, otras dos mujeres charlando, en pie, y una de ellas portando una palangana con agua. 
En la parte de la izquierda, una cama, con dosel, casi sumida en la oscuridad, donde se ve a un anciano Zacarías, con bastón, el padre del niño, que “había quedado mudo por haber dudado de la palabra del ángel”, y a la parturienta recostada, Isabel, sumida en penumbra.   Al fondo, una arquitectura sin paisaje.
De gran cromatismo, el artista caraqueño hace contraste de luces y sombras, de colores, tenues y apagados y más vibrantes, intentando representar una visión íntima. 
En este cuadro, la luz blanca se concentra en el bebé e irradia a las mujeres que lo rodean, siendo más sombrío el resto de la composición.
Estas obras destacan por su ambientación interior, muy al gusto del naturalismo, de tal modo que son dos escenas de sabor cotidiano.
Juan Pedro López, una figura central en el desarrollo del arte barroco en Venezuela, fue un pintor y maestro, responsable de la formación de artistas importantes en su taller de Caracas, y que ejerció una influencia significativa en la pintura religiosa de la región durante el siglo XVIII. Su influencia se extendió más allá de su tiempo, dejando un legado perdurable en el arte religioso de la región.
La obra de López es esencial para comprender el desarrollo del arte novohispano en Venezuela. Sus pinturas, impregnadas de una profunda religiosidad y un dominio técnico sobresaliente, son testimonio de la estética barroca que predominaba en las colonias españolas. Hoy en día, muchas de sus obras se encuentran en importantes colecciones y museos, conservadas como parte del patrimonio cultural venezolano.
 

A partir de la década de 1960, gracias a la labor de críticos de la talla de Alfredo Boulton y Carlos Federico Duarte, se rescató y revalorizó la figura de López como central en el desarrollo del arte venezolano de Nueva Granada y se le considera uno de los artistas más relevantes del Virreinato de Nueva Granada en la actual Venezuela. Como pintor, escultor y dorador iluminó el lúgubre arte de su época con la luz y la gracia del rococó hispanoamericano, el estilo con el que se relaciona el maestro.
Gran parte de la obra efectuada por Juan Pedro López fue de índole religiosa, según los gustos y la moda de la época. Trabajó una iconografía alejada de los aspectos dramáticos y trágicos acostumbrados hasta entonces y se enfocó en la realización de imágenes graciosas y alegres que resultaban más atrayentes para la feligresía.
Uno de los primeros trabajos importantes con los cuales este maestro incursiona en el arte pictórico es con el encargo, en 1752, de la realización de dieciséis pinturas agrupadas bajo el título “Historia de la vida de la Virgen” por solicitud de la cofradía de Nuestra Señora de Guía de la Iglesia de San Mauricio para ser exhibidas en el altar mayor. La relevancia de este conjunto de pinturas se debió a que en ellas se reúnen “todas las fórmulas, escenas y tipología de los personajes que se encontrarán a lo largo de toda su obra” (Duarte Carlos).
Además de pinturas, Juan Pedro López también realizó piezas escultóricas, y a la par de ambas prácticas, recibió solicitudes de restauración de pinturas y esculturas, retoques, modificaciones, añadiduras, entre otros. Como dato curioso, otra actividad realizada por López fue la pintura de velas que se utilizaban en rituales eclesiásticos, muy acostumbrada en esa época.
En su mayoría, su producción fueron encargos provenientes de la iglesia, cofradías, conventos, y particulares, y no de una inspiración personal.

 

Bibliografía de referencia:

- Boulton, Alfredo. (1972). "Historia de la Pintura en Venezuela". Ediciones Ariel.
- Carlos F. Duarte. (1996). "Juan Pedro López: Maestro de Pintor, Escultor y Dorador, 1724-1787". Galería de Arte Nacional.