Diego Quispe Tito (Cuzco, Perú, 1611 - 1681)
"San José y el Niño Jesús”
Óleo sobre tela.
71 x 63 cm.
La pintura que presentamos está atribuida a Diego Quispe Tito, maestro de la escuela cuzqueña del siglo XVII.
Curioso lienzo, de riqueza iconográfica y simbólica, que se presenta enrollado como un pergamino que se solía realizar para poder ser transportado con facilidad, bien para las misas de campaña o de las villas aledañas a la parroquia principal, bien para mostrar así un motivo religioso que unificara la catequesis, homilía o charla que iban a dar los misioneros.
Desde un punto de vista técnico, este formato demandaba materiales duraderos y técnicas de pintura resistentes al desgaste, ya que las obras eran enrolladas y desenrolladas repetidamente.
Con un fondo característico de Quispe Tito, y más tarde lo será de toda la escuela cuzqueña, vemos un paisaje colmado de aves, vegetación y flores, con la inclusión de elementos autóctonos, como los pájaros andinos (guacamayos y loros) o los árboles típicos de la región andina.
Fondos con brumas y claros resplandores; jardines en planos intermedios con plantas, vegetación bien definida y un puente; una perspectiva arquitectónica irreal (a la derecha se insinúa una pared y un plinto sobre el que el Santo difumina sus herramientas de carpintería, como si de un cirujano se tratase); detalles cuidadosamente bien elaborados. Contemplamos al centro al casto José con el Niño en brazos. Y a su izquierda, como si representara una realidad independiente, vemos a Santa Lucía, a modo de donante, tímidamente, con puntos de fuga y líneas de horizonte independientes también, pero compartiendo la misma superficie pictórica, sin ninguna división clara de por medio. Tres hipótesis posibles: a) Es un cuadro religioso, encargo de un presbítero, con dos devociones principales del lugar donde ejerce su ministerio, una mayor y más intensa al centro; otra en un lateral; b) El encargo es de un señor que se llama José, y pone al centro su santo patrón; y al terminar casi la obra, pide al artista que incluya la santa, que parece que vaya a traspiés de la composición, pero que se integra perfectamente al estar en el mismo plano compositivo; c) El cuadro fue encargado por una donante, a la izquierda, llamada Lucía, o con devoción a la santa, y se pone en un plano irreal al lado del Santo central al que quiere venerar.
Sea como fuere, se trata de un cuadro devocional, lleno de bondad y luz, bendecido desde el cielo por el Espíritu Santo, que resulta una ventana refrescante de pura realidad, de remanso, paz y ternura.
En nuestra pintura podemos observar la maestría del uso de colores vibrantes, la riqueza de detalles minuciosos y la profundidad de color, tan característicos del estilo de Quispe Tito. Los rojos en las vestimentas de San José, de Santa Lucía y los blancos del Niño Jesús contrastan con el paisaje de fondo, que presenta tonos más suaves y naturales.
Las texturas de las vestimentas, las herramientas de carpintero y los elementos naturales del paisaje están trabajados con precisión, creando una composición armoniosa que guía la mirada del espectador a través de la escena.
Con la inclusión de herramientas de carpintería, paisajes locales y fauna autóctona, Quispe Tito no solo narra la historia sagrada, sino que también documenta la vida en su tierra natal. Es una obra que encapsula el mestizaje cultural y que habla tanto de fe como de identidad, consiguiendo que además de su función religiosa y espiritual, se convierta en un reflejo de la vida cotidiana en los Andes coloniales, creando un lenguaje visual que encandilaba tanto a la población indígena como a la española.
Concentrándonos más en nuestro autor, leemos en la Real Academia de la Historia que Quispe Tito fue "miembro de una familia de la aristocracia incaica, [...] considerado entre los principales iniciadores de la escuela cuzqueña de pintura. Provenía, al parecer, del pueblo indígena de San Sebastián, que guarda una parte significativa de su producción. Ella se centra en las obras decorativas de la iglesia parroquial de esa localidad, para la cual trabajó intensamente entre 1634 y 1669. Durante esos años realizó cuatro grandes ciclos pictóricos: 'Vida de San Juan Bautista', 'La Pasión', 'Martirio de San Sebastián' y los 'Doctores de la Iglesia'.
A través de estos conjuntos de lienzos se compendia la original madurez de Quispe Tito, caracterizada por una reinterpretación ingeniosa de las estampas europeas y por una pincelada precisa y ágil, de vivaz colorido.
Pronto su fama llegaría a trascender los límites del Cuzco, y ya en 1667 ejecutaba por encargo de las iglesias de Potosí un 'Jesús entre los doctores del templo' y 'Los desposorios de la Virgen', ambos actualmente en el Museo de la Casa de La Moneda de esa ciudad.
Dentro de la propia capital incaica, la obra más ambiciosa de Quispe Tito es el lienzo de 'Las postrimerías o el Juicio Final', realizado para la portería del Convento de San Francisco en 1675. El pintor andino abandona aquí las fórmulas dinámicas de representación del Juicio Final, vigentes hasta el alto Renacimiento y el primer barroco europeos, para recuperar el esquema ordenado, en forma de sucesivos estratos horizontales, usual entre los pintores del medievo."
Bibliografía de referencia:
- Gisbert, Teresa. (1999). “Iconografía y mitos indígenas en el arte”. Editorial Gisbert.
- San Agustín. “Sermones sobre San José”, Biblioteca de Patrística, siglo IV.
- Vargas Ugarte, Rubén. (1969). “Historia del Arte en el Perú”. Editorial Studium.
- Wuffarden, Luis Eduardo. (s.f.). "Diego Quispe Tito". https://dbe.rah.es/biografias/54757/diego-quispe-tito