Diego de Borgraf (Amberes, Flandes 1618 - Puebla, Virreinato de Nueva España, 1686)
"San Antonio Abad con donante"
Óleo sobre tela.
66 x 97 cm.
Contemplamos en este cuadro de formato apaisado distintas escenas de la vida de San Antonio Abad, en distintos planos y perspectivas, a la espalda de un donante vestido de clérigo y en actitud orante, rudo y seco, serio y feo, que aparece en el lado izquierdo.
Durante su acético retiro en el desierto, San Antonio sufrió numerosas tentaciones del diablo. En una de ellas, éste se disfrazó de una seductora mujer para hacerle caer en el pecado de la lujuria. En otra, el monje egipcio fue atormentado violentamente por un grupo de criaturas de demonios, de diferentes formas y colores.
Podemos constatar en esta obra el interés del pintor en representar con todo lujo de detalles las distintas escenas de la vida del santo, mostrando los rostros realistas, con un carácter rudo (donante) o místico (santo), dotándolos de gran expresividad.
Diego de Borgraf, pintor flamenco activo en la Nueva España durante el siglo XVII, desarrolló un estilo pictórico que fusionaba la tradición paisajística flamenca con las necesidades iconográficas del virreinato. Su maestría en la representación del entorno natural como un espacio de lo sagrado es evidente en diversas de sus obras, entre las que se incluye San Antonio Abad y el donante que presentamos.
En esta obra, la figura del santo se funde con un paisaje detallado, donde se presentan escenas de su vida, integradas en una atmósfera mística que refuerza el mensaje devocional de la pieza.
Este tratamiento del paisaje y la inserción de episodios narrativos recuerdan a otras obras de Diego de Borgraf, especialmente en su manera de estructurar los espacios y manejar la iluminación para enfatizar la espiritualidad de la escena.
En nuestra opinión, esta pintura deber relacionarse con la serie de 13 Santos ermitaños que se conserva en el Museo Universitario Casa de los Muñecos en Puebla, México, realizados por Diego de Borgraf , y del Maestro con su taller. Están basados en los grabados flamencos de Maarten de Vos y en temas derivados de la Vita Antonii. Estas escenas, caracterizadas por entornos boscosos, muestran a ciertos anacoretas organizados en lauras y a otros en la estricta penitencia propia del monacato primitivo. De entre todos los ermitaños podemos establecer similitudes entre nuestra obra y “San Arsenio”, “San Onofrio” y “San Fulgencio”, donde el tratamiento del paisaje y la narrativa visual juegan un papel determinante en la expresión del misticismo.
En la pintura de San Arsenio, la relación entre la figura del santo y su entorno natural es un elemento clave. Borgraf sitúa al santo en un ambiente de retiro, rodeado de árboles retorcidos y con una arquitectura en ruinas al fondo, lo que refuerza la idea del abandono del mundo terrenal. La figura, con barba larga y vestimenta austera, es análoga a la de San Antonio Abad en nuestra obra en estudio. Además, el uso de tonos fríos y la composición equilibrada entre la figura principal y el paisaje son recursos presentes en ambas piezas.
San Onofrio comparte con nuestro San Antonio Abad y el donante la representación del santo en actitud de penitencia y contemplación. La figura aparece semidesnuda y con una larga barba, características propias de los ermitaños. La integración del personaje en un entorno natural donde la vegetación ocupa gran parte de la composición es un rasgo que también se observa en la obra de San Antonio. Además, la manera en que el pintor utiliza la luz para destacar la figura del santo en medio de un paisaje sombrío es una constante en su producción.
En San Fulgencio se observa nuevamente la construcción de un espacio sacro dentro del paisaje. La obra muestra al santo en oración dentro de una cueva, con un pequeño altar en su interior y un mar tempestuoso en el fondo. La profundidad de la composición y la distribución de los elementos recuerdan la estructura de nuestro San Antonio Abad y el donante, donde el entorno también enmarca el significado espiritual de la escena. En ambas pinturas, Borgraf enfatiza la meditación y el aislamiento del santo, rodeado por un paisaje que transmite un sentido de trascendencia.
Como resumen, encontramos en nuestra pintura y en otras obras comparativas de mano de Borgraf, los siguientes estilemas, que permiten afirmar con certeza que la obra en estudio puede atribuirse al maestro flamenco:
- La integración del paisaje en la narrativa sacra. En todas estas pinturas, el paisaje no es un mero fondo decorativo, sino que juega un papel activo en la representación del retiro espiritual y la comunión del santo con la naturaleza.
- El uso de episodios secundarios. Tanto en la pintura de San Antonio Abad, como en las demás obras, se incluyen episodios de la vida del santo en el fondo, lo que amplía la lectura iconográfica y refuerza la dimensión narrativa.
- La iluminación y tonalidad dramática que utiliza Borgraf empleando una iluminación contrastada, con luces y sombras que enfatizan la espiritualidad de la escena. En San Antonio Abad y el donante, la luz resalta sus figuras, mientras que en San Fulgencio y San Arsenio, se usa para delimitar la profundidad del paisaje.
- El equilibrio de la composición dado por la distribución de las figuras en el espacio de modo que respetan un orden armonioso, en el que el paisaje se despliega sin restar protagonismo a la escena central. En San Antonio Abad y el donante, las figuras se equilibran con el dinamismo del fondo, de la misma manera que en San Onofrio y San Arsenio.
En cuanto al personaje de San Antonio Abad, patriarca de los cenobitas de la Tebaida, su vida fue escrita en griego en el año 357 por San Atanasio y posteriormente traducida a latín por Evragio de Antioquía e irradiada por todo el occidente medieval. En ella se fijan los caracteres más frecuentes de la literatura monástica.
Podemos verlo representado como un anciano con barba, que viste un sayal con capucha. Sus atributos más habituales son el bastón en forma de tau o cruz potenciada, pudiendo aparecer esta en ocasiones bordada en el hábito del santo, además del libro, el rosario, la esquila, las llamas del fuego de San Antón y el cerdo.
A finales de la Edad Media, el culto a San Antón Abad experimentó una importante revitalización con el surgimiento y desarrollo de las nuevas corrientes espirituales, que se encargaron de exaltar la vida eremítica como ideal de vida monástica, al llevar al extremo el rechazo a los bienes materiales y en general, a todas las formas de vida mundana.
Bibliografía de referencia:
- Albarrán Samaniego, Arturo. “Los santos ermitaños de Puebla, México.Un acercamiento a los grabados flamencos de Maarten de Vos y al discurso iconográfico de la Vida Antonii”. Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes, México.
- Toussaint, Manuel. (1948). "Arte Colonial en México". Imprenta Universitaria.
- Museo Nacional de Arte (MUNAL), Ciudad de México. Exposiciones y colecciones permanentes.