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LOTE 8

Atribuido a José de Páez (Ciudad de México, 1727 - circa 1790)

Estimación
2.500 € / 5.000 €

Atribuido a José de Páez (Ciudad de México, 1727 - circa 1790)

"San José con el Niño"

Escudo de monja.

Óleo sobre cobre.

11,1 x 8,2 cm.

 

Pequeño cobre devocional con la imagen de San José y el Niño Jesús atribuida a José de Páez, llena de su ternura, fineza de trazo y detalles para meditación y devoción particular de cualquier coleccionista de este tipo de estampas religiosas.
Este formato, característico de las devociones particulares y femeninas, resalta el delicado trabajo en miniatura, vinculado a la tradición barroca en el México virreinal.

El contexto de creación de estas miniaturas está profundamente ligado a la religiosidad virreinal del siglo XVIII, en un periodo donde las órdenes religiosas, en especial las femeninas, desempeñaron un papel crucial en la vida devocional. Los medallones de monja eran objetos de gran valor simbólico. Se trata de un género de arte devocional muy expandido durante los siglos XVII y XVIII en España y en el mundo novohispano.
Solían ser pequeños cuadros pintado o bordados con escenas religiosas, que las monjas lucían en su pecho al tomar los votos.
En los clásicos retratos de monjas coronadas, además de las flores, velas y otros ornamentos, es donde se aprecia la relevancia que tenían estos escudos.
Como indica la profesora Ilona Katzew, Curadora y Jefe de departamento de Latin American Art, en el LACMA de Los Ángeles, respecto a los escudos de monja:
"Esta pintura a pequeña escala es un escudo que usaban las monjas de la Orden de la Inmaculada Concepción (también conocidas como Concepcionistas) en México como parte de su vestimenta. Los escudos pintados se originaron en México en respuesta a las reformas religiosas introducidas por el arzobispo Francisco Manso y Zúñiga (gobernador entre 1629 y 1635), quien intentó restringir el lujo y el privilegio del estilo de vida del convento. Prohibió a las monjas usar escudos hechos de oro, piedras preciosas y esmalte. Las monjas eludieron esta regla encargando escudos pintados sobre cobre o pergamino, y colocados en marcos hechos de carey. Muchas de las insignias fueron pintadas por los mejores artistas del momento."
En ocasiones incluso artistas de la talla de Miguel Cabrera, Luís Juárez o José de Páez, que se trata, según nos parece, del autor de nuestra obra, realizaron alguno de estos escudos.

 

La composición muestra a San José en una actitud serena y protectora, vistiendo su túnica y manto en tonos ocre, marrones y tostados, con las solas mangas en verde, mostrando y sosteniendo al Niño en su regazo y contemplándolo con bondad. La “gran Esperanza”, sentado en un frailero tapizado, también lo mira embelesado. El Padre sostiene en su mano el lirio blanco, símbolo tradicional de su pureza y su rol como esposo de la Virgen María. Cerca de una mesa arrimadera, un pequeño bodegón de frutas.

También el fondo es dorado/ocre que simboliza y recoge la divinidad del momento. Destacan sus carnaduras y el tono de mejillas y cuerpecito, y el movimiento de los ropajes, la profusión de matices para un pequeñito retrato y la gran sutileza de las pinceladas. La iluminación suave concentra su foco en los rostros de las figuras, destacando su humanidad y divinidad con un modelado delicado.

 

José de Páez, pintor activo principalmente entre 1750 y 1780, reconocido por su dominio en la pintura religiosa, muestra aquí su habilidad para trabajar en pequeña escala sin perder precisión en los rostros ni en los gestos, lo que evidencia su destreza técnica.

De entre sus obras conservadas, destacamos, por lo que nos ocupa, el “Medallón de fraile con la Natividad” del LACMA; y el escudo de monja “Inmaculada Concepción” del Museo Soumaya; así como las diez obras del “Ciclo de la vida de la Virgen” de 1772 que se restauraron entre 2015 y 2016 y que se encuentran ubicadas en el santuario de Guadalupe de Chihuahua de México.

A raíz de dicho proyecto de restauración, se realizó un análisis del proceder técnico de José de Páez muy interesante. Según lo que detalla Yana Arantxa Ramírez en este informe académico, el pintor había gozado de un gran éxito en su época, que se vio mermado por un menosprecio generalizado hacia la pintura del siglo XVIII. Ahora, “en las últimas décadas ha existido un esfuerzo por reivindicar la pintura del siglo XVIII”. En este sentido, Magdalena Castañeda, encargada de la restauración de las obras de Páez, “propuso en su tesis de maestría una nueva aproximación a su personalidad artística” y concluyó que el mexicano era “un artista inquieto, con una eficacia discursiva que le permitió vender obra dentro y aun fuera de la Nueva España”.

 

Volviendo a nuestra obra, la elección de San José como tema central explica su creciente popularidad en el siglo XVIII, cuando fue promovido como modelo de virtudes familiares y espirituales. Iconográficamente es, de hecho, el santo más representado a lo largo de la historia del arte.

Sin embargo, en este caso, el medallón no solo funciona como una representación de San José, sino que también encapsula la tradición barroca de crear obras portátiles que conectaban a las personas con la espiritualidad en un nivel íntimo: un claro ejemplo de arte como medio de conexión espiritual.

 

Bibliografía de referencia:

- Katzew, Ilona. (s.f.). “Nun’s Badge with the Annunciation and Saints”. LACMA. https://collections.lacma.org/node/2115912

-Ramírez, Yana Arantxa. (2021). El proceso pictórico de José de Páez: Ciclo de la vida de la Virgen, santuario de Guadalupe, San Felipe, Chihuahua, México. “Intervención”, 2(24), 250–276. https://doi.org/10.30763/intervencion.256.v2n24.35.2021