Escuela española. Mediados del siglo XVII.
“La Trinidad corona a la Virgen tras su Asunción al cielo”.
Ático o remate de retablo en madera tallada, dorada y policromada.
175,5 x 163 x 27 cm.
Espléndido ático o remate superior de la calle central de un retablo, tallado en forma de escudo nobiliario y copeteado de corona imperial de siete puntas. Posiblemente un retablo mariano, con figuras, lienzos y pasajes de la vida de la Madre de Dios.
Este escudo marmorizado encierra el momento en que María, elevada al cielo sobre un mar de nubes, recibe la corona de la gloria de manos de las tres divinas Personas, del Padre y del Hijo, ambos sedentes, mientras el Espíritu Santo, en forma de paloma, sobrevuela su cabeza. La solemnidad de la Santísima Trinidad se celebra el domingo siguiente a Pentecostés. Y era y es un tema muy recurrente en la cumbre de los retablos.
Composición sumamente equilibrada de formas y de colorido, muy dorado, hablando de su carácter celeste. Al centro del panel la Virgen María, vestida con túnica roja y manto azul, con un gracioso arqueamiento y mirando al cielo.
Dios Padre, caracterizado como “el anciano de muchos días”, por su luenga barba, se sitúa a su izquierda, y aparece revestido de pontifical dorada. Su mano izquierda protege un gran orbe. Con la derecha sostiene la corona imperial sobre las sienes de María. A la derecha, Jesucristo resucitado, con la cruz gloriosa sobre su hombro izquierdo, casi dejando ver la herida de su costado en su torso semidesnudo, cubriendo cintura y hombro con capa dorada.
Este escudo o gran cartela está marmorizada y corleada con cinta roja carmesí y rodeado de volutas, roleos y guirnaldas doradas, que enfatizan y enmarcan el relieve citado.
En las distintas partes de un retablo barroco, el ático venía a ser el broche a la monumentalidad, poniendo el acento vertical a un orden gigante creado con figuras, lienzos, columnas, nichos o vitrinas, y que ponían el punto sobre la i a una concepción teatralizante con una finalidad puramente catequética, mirar al cielo.