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LOTE 95

Escuela andaluza. Primer tercio del siglo XVIII.

Estimación
3.000 € / 4.000 €

Escuela andaluza. Primer tercio del siglo XVIII.

"Inmaculada Concepción"

Escultura en madera tallada, dorada y policromada. Con su magnífico pedestal original en madera tallada, dorada y policromada.

86 x 30 x 25,5 cm.

 

El 3 de noviembre de 1622, el papa Gregorio V otorgó a Sevilla un breve pontificio gracias al cual se permitía el culto de latría a la Purísima Concepción, lo que supuso el establecimiento virtual del dogma de la Inmaculada. Décadas después, el 8 de diciembre de 1661 el papa Alejandro VI promulgaría el dogma a instancias del rey Felipe IV sabedor del fervor que sus súbditos profesaban hacia la Inmaculada. En precisamente en fechas cercanas a estos dos acontecimientos cuando sería labrada esta delicada y coqueta escultura de la Virgen María. Su belleza se extiende a la rica y compleja peana que la sirve de asiento, y que está compuesta por varios cuerpos decorados con hojas carnosas, teniendo la del medio unas delicadas volutas que nacen de las esquinas y se afrontan sobre las esquinas del nivel superior.

El anónimo escultor ha concebido una Inmaculada Concepción reposada, tranquila, calmada. El estatismo tan solo se ve roto por el leve ladeamiento de la cabeza y la disposición de las manos rompiendo la rigurosa simetría. Se encuentra de pie sobre un trono conformado por una masa de nubes en cuyo frente se explayan tres cabezas aladas de serafines, y en cuyos extremos laterales pueden observarse las puntas hacia arriba de la luna que vienen a incidir sobre el carácter apocalíptico de la Inmaculada. Dispone la pierna derecha levemente adelantada, que es casi imperceptible de no ser porque la rodilla se intuye bajo las prendas.

Viste una larga túnica ajustada de cuello redondo que la estiliza el cuerpo y que tan solo deja a la vista las manos, y un manto cuyos extremos unidos por una graciosa curva se recogen bajo la axila izquierda y entre sus manos. Ambas prendas, suntuosamente doradas, muestran plegados de caída natural y de escaso resalte. En cuanto a su policromía, la túnica está decorada con elementos botánicos esquemáticos a punta de pincel, e incluso se perciben labores de puntillado, lo que podría indicarnos que la pieza fue realizada en el primer tercio del siglo XVIII, también apuntan en esta dirección las pseudo rocallas y motivos vegetales más elaborados ejecutados a través de ricos estofados en el manto, en el cual volvemos a ver en su borde una cenefa dorada completamente adornada con motivos puntillados.

La Virgen dirige su cándida mirada hacia el espectador, haciéndonos pensar que se tratara de una Inmaculada creada para la devoción privada en un oratorio particular. Presenta una cabeza ovalada, con un rostro que denota notable blandura, ojos grandes y almendrados que transmiten una mirada ensimismada, nariz fina y alargada, boca cerrada con labios carnosos, potente mentón y leve papada. El rostro va enmarcado por largos y ondulados cabellos que caen simétricamente sobre la túnica tanto por delante como por detrás. Estas cabelleras vienen a incidir en la idea de la virginidad y juventud de María. Son mechones abocetados que recuerdan la estética sevillana. Dispone las manos orantes a la altura del pecho, parecen tocarse pero no llegan a hacerlo. Son dedos proporcionados, individualizados, lo que revela la gubia de un buen maestro. Concretamente, su autor debió de ser un anónimo escultor andaluz que la realizó en el primer tercio del siglo XVIII, tal y como se puede suponer debido al modelo iconográfico, al tipo de plegado de las vestimentas y al tipo de policromía y decoración de las mismas.

 

Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.