Escuela castellana. Mediados del siglo XVIII.
"San Cristóbal con el Niño"
Escultura en madera tallada, dorada y policromada.
81 x 33 x 17 cm.
La fantástica escultura de San Cristóbal que se presenta posee un doble interés, y es que a la notable calidad de la pieza hay que sumar la escasez de representaciones escultóricas del santo, mucho más frecuente en la pintura, y más concretamente en la mural medieval. Existen muy pocas imágenes escultóricas de este legendario santo, pero ya si nos ponemos en el siglo XVIII, que es cuando se fecha este ejemplar, estamos hablando de que son prácticamente inexistentes.
San Cristóbal fue uno de los santos medievales más populares debido al poder apotropaico que la mentalidad religiosa medieval le confirió pues se consideraba que prevenía a todo aquel que le invocaba de la muerte súbita y de los peligros que los viajeros podían encontrar en los caminos, que por entonces eran bastante expuestos a cualquier tropelía. Así las cosas, el poder preventivo que principalmente en los campos citados se creía tenía San Cristóbal requeriría que las efigies del santo fueran de grandes dimensiones y que estuvieran a la vista, estando dispuestas casi siempre frente a la entrada del templo, lugar en el que pensamos que estaría colocado el altar que contuvo esta portentosa hechura.
La escultura presenta al santo según su iconografía tradicional y durante el episodio más conocido de su hagiografía. Así, San Cristóbal, personaje maduro de colosal estatura -La Leyenda Dorada apunta a que medía doce codos de altura-, aparece portando sobre sus hombros a un Niño para ayudarle a vadear el lecho de un río. El peso sobrenatural de este Niño, que resulta ser Cristo, es tan grande que tiene que ayudarse de un enorme bastón para poder cumplir su misión y cruzar las aguas. Este episodio es el que dio nombre a Cristóbal: Christophoros, el portador de Cristo. Cristóbal es representado como un hombre fornido, vestido con una túnica abierta que deja verle las piernas, brazos y parte del torso, permitiendo al escultor mostrar sus dotes como anatomista, concibiendo ésta a base de formas mórbidas realistas. La túnica, sujeta por un cinturón, forma numerosos bullones, con las telas entrecruzadas y apelotonadas, son pliegues de escaso resalte y perfiles curvos que facetan su superficie.
La cabeza redondeada muestra un rostro perfectamente enmarcado por el cabello y la barba, esta última con los mechones bien definidos. El rostro muestra un esfuerzo supino, con la boca entreabierta, y los ojos dirigidos hacia el Niño Jesús. El esfuerzo también queda patente en la manera de sujetar el bastón y en el hecho de andar semi encorvado por el peso del Infante. Este último deja bien a las claras su identidad al portar en su mano izquierda el orbe, símbolo de su poder sobre el mundo. Con la mano derecha parece animar a Cristóbal. Su desnuda anatomía tan solo está velada por un pequeño paño de pureza que le cubre sus partes pudendas. Tiene la cabeza ladeada y una cabellera muy revuelta compuesta a base de mechones curvos. La composición es sólida, equilibrada y armónica.
Teniendo en cuenta las características técnicas que presenta la obra parece claro que fue ejecutada por algún buen maestro de la escuela castellana de mediados del siglo XVIII, destacando su talento a la hora de mostrar una representación naturalista de la anatomía del santo, en la cual se pudo recrear debido a que lleva la túnica recogida, y a la delicadeza y exquisitez con la que ha labrado su cabeza.
Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.