Previous Next
../fotosArticulos/33385/10.1.jpg
../fotosArticulos/33385/10.2.jpg
../fotosArticulos/33385/10.3.jpg
../fotosArticulos/33385/10.4.jpg
../fotosArticulos/33385/10.5.jpg
../fotosArticulos/33385/10.6.jpg
../fotosArticulos/33385/10.7.jpg

LOTE 10

Posiblemente escuela burgalesa. Primer tercio del siglo XVI.

Estimación
18.000 € / 25.000 €

Remate: 18.000 €

Posiblemente escuela burgalesa. Primer tercio del siglo XVI.

“Virgen con el Niño”

Escultura en madera tallada, dorada y policromada.

55 x 30 x 19 cm.

Una pieza rebosante de clasicismo y elegancia es esta solemne y majestuosa Virgen con el Niño entronizada de comienzos del Renacimiento y que por su composición parece toda una matrona romana. Se encuentra en un estado de conservación bastante bueno, más allá de que haya sufrido alguna pérdida volumétrica en el trono o incluso el brazo izquierdo del Niño Jesús. A pesar de tratarse de una escultura de bulto redondo no está labrada ni policromada por la parte trasera lo que nos indica que debió ser venerada en algún retablo, y dada la temática y la elevada calidad de la pieza no sería descabellado pensar que lo presidiera.

A pesar de que la Virgen está sentada en el trono y que su composición ha sido ideada para que existe una vista frontal predominante, el grupo carece de cualquier atisbo de estatismo o rigidez. Más bien al contrario, puesto que Madre e Hijo han sido efigiados en posiciones harto dinámicas gracias a la colocación de las piernas de María a diferentes alturas y a tenerlas abiertas en distintas direcciones. También aporta movimiento al grupo la disposición de los plegados de los ropajes, harto dinámicos y con amplias oquedades, pero siempre con unos perfiles suaves y redondeados; y la colocación a un lado del Niño Jesús, que juguetón parece querer caminar entre las piernas maternas. Ambas figuras destacan por la elegancia refinada y un clasicismo idealizante, presentando una fisionomía de cuerpos cercano al natural. En líneas generales la composición del grupo recuerda al de la Virgen con el Niño que preside la escena de la Epifanía del retablo de la Adoración de los Reyes de la iglesia de San Gil en la ciudad de Burgos, obra realizada en los primeros años del siglo XVI por el reputado maestro borgoñón Felipe Bigarny (ca. 1470-1542).

María está sentada en un trono bajo en el que no ha sido labrado el respaldo y del que tan solo son visibles los paneles laterales, decorados con exquisitas labores vegetales estilizadas en tonos dorados. La Virgen sujeta a su Hijo con ambas manos: con la derecha parece protegerle para que no se caiga para atrás, pues está dispuesto en un equilibrio inestable, mientras que con la izquierda parece hacerle carantoñas en la mano. Calza unos zapatos negros, de los que apenas es perceptible la punta. Lleva el cuerpo cubierto por una fina túnica dorada que se adhiere al cuerpo que deja entrever sus formas corporales –casos del busto, piernas y rodillas–, carece de escote puesto que le cubre hasta el cuello, estando esta parte superior policromada con un fondo blanco sobre el que se desarrollan motivos geométricos azules y rojos y finos elementos vegetales. Le cae hasta los pies, llevando en el borde inferior una cenefa roja con motivos geométricos dorados. Por encima tiene echado un amplio manto que le cubre la espalda y buena parte del cuerpo, también es dorado salvo los bordes que van recorridos por una cenefa azul en la que se inscriben motivos vegetales dorados. María presenta un rostro grave y reconcentrado. La cabeza es ovalada, peinando una melena de mechones mojados sujeta por una cinta dispuesta sobre la frente. Los rasgos faciales son muy personales, con grandes ojos almendrados, cejas rectas, nariz extremadamente larga y estrecha de tabique aplastado y diminuta boca cerrada.

Al ensimismamiento maternos se contrapone la actitud desenfadada del Niño Jesús, que aparece desnudo, mostrando un carácter ciertamente infantil y tierno, y una actitud cariñosa y juguetona intentando agarrar con su mano izquierda la de su madre, mientras que la otra por desgracia la ha perdido. Se encuentra de pie sobre su regazo, pareciendo querer caminar desde la rodilla derecha a la izquierda. La pequeña cabecita es muy expresiva, pareciendo esbozar una pequeña sonrisa. Los ojitos son muy pequeños, destacando los prominentes mofletes que ensanchan su rostro. Mantiene la boca cerrada. La cabellera es de escaso resalte, casi como un casquete realizando a base de mechones curvos.

A través del detallismo en la expresión de las anatomías y del vestuario el anónimo escultor ha logrado crear un grupo escultórico basado en las formas suaves. Existe un interés por el ritmo, el sentido de la medida y la corrección técnica y anatómica. La calidad escultórica de la pieza se ve incrementada notablemente por la fastuosidad del dorado de las prendas. A pesar de no poder señalar a un artífice concreto como su posible autor, parece bien claro debido a sus rasgos estilísticos, y al paralelismo que guarda con la citada obra localizada en la iglesia de San Gil de Burgos, que bien pudo ser labrado por un maestro del norte de Castilla, quizás burgalés, pues se aprecia en la pieza una síntesis de las plásticas de Bigarny y Siloe, aunque no llegando a su elevadísimo grado de maestría.

 

Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.