Escuela colonial. México. Siglo XVIII.
Biombo de seis hojas. Óleos sobre tela. Medidas hoja: 206,5 x 61,5 cm. Medidas totales: 206,5 x 369 cm.
Los biombos llegaron al Nuevo Mundo por medio de la ruta que unía el Lejano Oriente y España a través de México, con la embarcación conocida como la Nao de China o Galeón de Manila. No se conoce con exactitud cuál fue el primer contacto de la sociedad novohispana con este y otros productos de orígenes asiáticos, pero se sabe que ya formaban parte de las embarcaciones en 1585, cuando una embajada japonesa pasó por la ciudad de México en su viaje para visitar a Felipe II y al papa Gregorio XIII. Nos recuerda Katzew (2014), además, que los biombos también fueron protagonistas en 1614 en un obsequio del sogún japonés Tokugawa Ieyasu (Okazaki, 1543 - Shizuoka, 1616) al virrey Luis de Velasco (1607 - 1611).
Este intercambio creciente entre la civilización asiática y la América colonial no es casual, se enmarca en un contexto de empoderamiento de los criollos en el que aumentaban "los sentimientos contrarios a España" y, según el profesor Gauvin A. Bailey (2007), "el arte asiático proporcionó a los hispanoamericanos un medio para expresar su orgullo por la antigüedad indígena de su tierra".
Volviendo a los biombos, estos gozaron de una gran popularidad en las casas novohispanas, llegando a ser un mobiliario imprescindible en prácticamente todos los hogares de la época, sin importar demasiado las condiciones económicas; de hecho, nos habla Sofía Sanabrais (2007) de la existencia de "biombos ordinarios" con telas baratas y sin pintar en viviendas humildes. No obstante, esto no provocó que tales muebles perdieran su atractivo entre las familias más acaudaladas; más bien al contrario, tuvo una amplia difusión entre la élite, y su multifuncionalidad nos sugiere una posible razón al respecto.
Por una parte, los biombos novohispanos, en su vertiente más práctica, eran utilizados para delimitar espacios u ocultar muebles, como ocurría con los "biombos de cama" (Sanabrais, 2007). Por otra, su uso decorativo tenía también muchos adeptos, ya fuera "como telones de fondo o [como] piezas centrales para las reuniones sociales, en las que servían como tema de conversación" (Katzew, 2014); conversaciones que imaginamos que serían especialmente fructíferas cuando se estuvieran refiriendo a biombos pintados por los mejores artistas de la época: Cabrera, Correa o el mismo Morlete. Y es que, aunque la mayoría de los biombos que han sobrevivido al paso del tiempo son anónimos, pues no solían llevar la firma del autor (Codding, 2007), tenemos constancia de un biombo firmado por Juan Correa en el Museo Franz Mayer de México: "Los cuatro elementos y las artes liberales" (c. 1670); y se puede atribuir el "Biombo con jornada campestre y músicos" (c. 1760) a Miguel Cabrera.
Centrándonos, para terminar, en el valor artístico de la "protección contra el viento" (si nos referimos a ellos usando la traducción literal del término japonés ‘byôbu’, de donde proviene ‘biombo’), hay que destacar la idoneidad de su formato que, con mayoritariamente diez hojas de alrededor de dos metros de altura, favorecía la representación de composiciones narrativas. No sorprende, por lo tanto, que fuera el soporte ideal para temas mitológicos y alegóricos, lo vemos en el biombo previamente mencionado de Correa; para vistas de ciudades, como en uno de los primeros biombos que ilustran la capital mexicana (1690 - 1692), en el Museo Franz Mayer; para fêtes galantes, como en el atribuido a Cabrera; o para temáticas históricas, siendo buenos ejemplos "La Conquista de México" atribuida a Miguel González (México, activo 1662 - 1698) o el presente biombo que atribuimos a Morlete.
Bibliografía de referencia:
- Bailey, G. A. (2007). Asia en las artes de la América Latina colonial. En J. J. Rishel y S. Stratton-Pruitt (Comps.), Revelaciones. Las artes en América Latina, 1492 - 1820. (pp. 57-71). Fondo de Cultura Económica.
- Brown, J. (2014). De la pintura española a la pintura novohispana, 1550-1700. En L. E. Alcalá y J. Brown (Eds.), Pintura en Hispanoamérica, 1550 - 1820. (pp. 103-148). Ediciones El Viso.
- Codding, M. A. (2007). Las artes decorativas en América Latina, 1492 - 1820. En J. J. Rishel y S. Stratton-Pruitt (Comps.), Revelaciones. Las artes en América Latina, 1492 - 1820. (pp. 98-145). Fondo de Cultura Económica.
- Kagan, R. L. (Ed.). (1998). Imágenes urbanas del mundo hispánico. 1493 - 1780. Ediciones El Viso e Iberdrola.
- Katzew, I. (2007). Estrellas en el Mar de la Iglesia: los indios en la pintura novohispana del siglo XVIII. En J. J. Rishel y S. Stratton-Pruitt (Comps.), Revelaciones. Las artes en América Latina, 1492 - 1820. (pp. 337-481). Fondo de Cultura Económica.
- Katzew, I. (2014). Pinceles valientes. La pintura novohispana, 1700-1785. En L. E. Alcalá y J. Brown (Eds.), Pintura en Hispanoamérica, 1550 - 1820. (pp. 149-204). Ediciones El Viso.
- López Guzmán, R. (Ed.). (2021). Tornaviaje. Arte iberoamericano en España. Museo Nacional del Prado.
- Museo Nacional de San Carlos (30 de marzo de 2015). Juan Patricio Morlete Ruiz, México,1713-1772 Entrada triunfal de Alejandro el Grande, s.f. Óleo sobre tela, 83 x 127 [Tweet] [Imagen adjunta]. Twitter. Https://twitter.com/museo_sancarlos/status/58260813646220492