"Busto de Dolorosa". Anónimo granadino. Finales del siglo XVII.
Escultura en madera tallada y policromada y tela encolada.
Sin peana: 27 x 20,5 x 13,5 cm.
Medidas totales: 33,5 x 20,5 x 13,5 cm.
Una de las grandes especialidades de la escultura granadina de los siglos XVII y XVIII fue la producción de bustos de Ecce Homo y Dolorosa, ya fueran en pareja o por separado. Los dos cultivadores más felices de ambas temáticas fueron Pedro de Mena (1628-1688) y José de Mora (1642-1724), aunque no faltaron una legión de copistas que los imitaron hasta la extenuación, de manera que podemos encontrar reproducciones de ambos a lo largo y ancho de toda España y de Hispanoamérica. Por lo general estos bustos se disponían dentro de escaparates cerrados por cristales que se colocaban en capillas u oratorios privados, en los cuales su dueño oraría y meditaría ante ellos, configurando la piedad más íntima. Esta visión tan cercana obligaba a los escultores a lograr el mayor verismo posible, de ahí que utilizaran todos los recursos a su alcance, incluidos los postizos: pestañas de pelo, ojos de cristal, etc. Cuando estos personajes fallecían era usual que legaran dichos bustos a conventos, monasterios o iglesias de su devoción.
Se trata de un busto corto en el que el escultor ha captado lo esencial de la Dolorosa, esto es, la cabeza y el torso hasta el tórax, sin manos ni brazos, y con los hombros apenas insinuados. Según el conocido modelo de Mena, la Virgen viste túnica roja, manto azul y toca blanca que le cubre totalmente la cabellera. La integridad de su indumentaria, surcada por suaves plegados, está modelada en tela encolada, material blando y maleable con el que se consiguen efectos muy veristas y que además destaca por ser más barato y ligero. La madera policromada se reserva para el rostro, amén de la peana dorada sobre el que descansa el busto.
El ejemplar que presentamos debe situarse dentro de la herencia estilística de Pedro de Mena, cuyos inequívocos rasgos faciales percibimos en el rostro, por lo que su autor será un buen seguidor o imitador del maestro granadino: cabeza ovalada con un rostro de facciones idealizadas que transmite un profundo dramatismo a través de los ojos angustiados que dirige suplicantes hacia el cielo, la boca entreabierta o las cejas enarcadas, detalles que terminan por componer un profundo sentimiento de dolor ante el cruel suplicio al que ha sido sometido su Hijo. Los ojos son postizos y están labrados en cristal para aportar un mayor realismo, a lo que también contribuiría probablemente la presencia de pestañas de pelo natural hoy perdidas. La boca, de finos labios, está entreabierta, de suerte que se perciben parte de los dientes y de la punta de la lengua.
La calidad de la pieza es tal que el anónimo escultor ha sabido recrear a la perfección la morbidez de la carne, especialmente perceptible en la blandura de las mejillas, sobre las que quizás hubo en su tiempo algunas lágrimas labradas en cristal o resina. Por todo ello este delicado busto, fechable a finales del siglo XVII, será obra de algún buen maestro granadino que se inspiró en la producción de Mena.
Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.