"Niño Jesús bendiciendo". Anónimo sevillano. Primer tercio del siglo XVII.
Escultura en plomo policromado.
62 x 26 x 24 cm.
La representación escultórica del Niño Jesús gozó de un fuerte impulso en la Alemania de los siglos XIII y XIV, especialmente en los monasterios, en los cuales las monjas les cuidaban como si se tratara de niños de verdad. Ya durante el Renacimiento, y especialmente durante el Barroco, este tipo de representación infantil alcanzó su cénit de popularidad en España merced al fervor que despertaron los temas de la infancia de Cristo tras el Concilio de Trento. Estos Niños Jesús se realizaron preferentemente para capillas y casas particulares y para cenobios femeninos, en los que las monjas les trataban como si fueran sus hijos, confeccionándoles sus ropitas y colocándoles toda suerte de alhajas. En ocasiones el cariño de estas religiosas hacia sus “hijos postizos” llega a tal nivel que les apodaron como “el novio” o “el esposo”.
El pequeño Niño Jesús que presentamos es una copia casi literal del Niño Jesús (1606) realizado por Juan Martínez Montañés (1568-1649), quien a su vez parece que se inspiró en grabados de Alberto Durero (1471-1528) o Martín de Vos (1532-1603). Este modelo montañesino, que continuó su discípulo Juan de Mesa (1583-1627), y otros muchos escultores sevillanos y andaluces (los Ribas, Alonso Cano (1601-1667), etc), tuvo un enorme éxito que llevó a producirlo en serie tanto en madera como en metal, especialmente en peltre, de forma que podemos encontrar infinitas copias a lo largo y ancho de toda España e Hispanoamérica.
Este Niño Jesús, realizado en plomo policromado posa sus pies sobre una especie de cojín dorado que remata una estructura clasicista cuadrada decorada con pares de volutas en cada uno de los lados. Presenta la anatomía completamente desnuda, anatomía que destaca por su estilización –especialmente el trono y los brazos–, tanto que parece acusar cierta microcefalia. Mantiene las piernas abiertas, realizando un ligero contrapposto con la izquierda. Presenta una anatomía correcta, aunque sin apurar los detalles de la misma, tan solo se individualizan las articulaciones, el ombligo y sus partes pudendas. Mantiene los brazos separados del torso, a la misma altura. Con la mano derecha bendice mientras que en la izquierda pudo sujetar algún elemento –el Niño Jesús original de Montañés tuvo primeramente una cruz y después, en 1629, el artista Pablo Legot le cambió las manos por otras de plomo para que sujetara un cáliz para así incidir en la alegoría eucarística–. La cabeza, que presenta un semblante serio y mira de frente al fiel, destaca por sus grandes ojos almendrados de tapilla vítrea, cejas arqueadas, pequeña nariz de tabique recto con las fosas horadadas para dar mayor naturalismo, pequeña boca cerrada de labios finos, mofletes hinchados y potente mentón. Peina una prominente cabellera labrada con minuciosidad a base de trépano, destacando la moña central que es una característica típica de las creaciones montañesinas, y por lo tanto de todas las copias de sus modelos. Por los laterales, el pelo circunda las orejas, pero sin llegar a taparlas. En la parte superior son perceptibles unas incisiones indicativas de que en su momento tuvo unas potencias. Su estado de conservación es excelente.